P
Llega el día de mi fiesta, que algunos celebran el 13 y otros el 14 de mayo, y yo también quería saludarlos y mostrarles algunas fotos de mi querido pueblito de Mornés, de Nizza Monferrato y otros lugares significativos en mi vida, que como muchos de ustedes estuve repasando en estos días de larga cuarentena. A mí también me tocó recuperarme de la peste, como a casi todo el mundo, porque me imagino que a esta altura ya se habrán dado cuenta de que cada época tiene su peste, aunque no siempre lo reconozca. En mis tiempos y en mi tierra, la gran epidemia fue la del tifus. Me contagié a los veintitrés años, cuando nuestro querido párroco don Pestarino me pidió que fuera a atender a unos parientes enfermos que tenían niños pequeños sin nadie que pudiera cuidarlos. En casa era la mayor de diez hermanos, así que se podrán imaginar que me daba maña para todos los trabajos domésticos. Allí fui enseguida a dar una mano a mis parientes, pero sin poder evitar el contagio, que me puso a mí también al borde de la muerte. Como muchos de ustedes en la cuarentena aprendieron cosas nuevas, yo también, durante el largo tiempo de recuperación, mejoré mi costura con la guía de mi vecino sastre Valentino Campi y aprendí a bordar, lo que me resultó muy útil para enseñarle a las niñas del pueblo. Además, lamentablemente después de la enfermedad ya no recuperé la fuerza que tenía antes y que hasta entonces me había permitido afrontar los duros trabajos del campo ayudando a mi papá en el cuidado de la viña a la par de los varones. Por eso fue importante poder aprender un nuevo oficio. Habrán escuchado también que cuando pasa la peste suelen empezar tiempos nuevos y desafíos impensados. Así fue también para mí y para mis jóvenes compañeras, con las que ya habíamos iniciado el grupo que llamábamos de las Hijas de la Inmaculada y que unos años después, tras la visita a nuestro pueblo nada menos que de Don Bosco, que vino desde Turín con sus muchachos del oratorio, y siempre con la guía de don Pestarino, terminamos formando las Hijas de María Auxiliadora. En ese tiempo de enfermedad en que mi vida parecía venirse abajo por completo, no hubiera creído si alguien me contara todo lo que lograríamos hacer junto a Don Bosco y con las hermanas, que en pocos años ya llegarían a la Patagonia y hasta el confín del mundo. No se desanimen, pero prepárense, que después de las grandes pestes, llegan siempre grandes desafíos. Y que si sabemos dejarnos guiar por Dios y nos animamos a seguirlo pueden llevarnos por caminos insospechados y maravillosos. Yo sé lo que les digo. Los saluda y los bendice, Sor María Dominga, Maín para los amigos.
Autor Nestor Zubeldía .
No hay comentarios:
Publicar un comentario